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¿Quiénes somos?

La Escuela de la Letra Psicoanalítica se fundó en el año del 2015 en México.

La constituímos psicoanalistas y amigos del psicoanálisis residentes en distintas ciudades de la República Mexicana como son: Cuernavaca, Distrito Federal, Guadalajara, Jalapa, Morelia, Oaxaca, Puebla, Querétaro y  Tlaxcala.

La  posición de esta Escuela se inscribe a partir de la letra. Eso nos compromete en sus implicaciones, teóricas, doctrinales y clínicas. Reconocemos no haber sido discípulos directos de Freud y Lacan pero nos posicionamos como lectores y lectoras de sus textos.  La transferencia de la Escuela se orienta a la letra en psicoanálisis. 

Una escuela de psicoanálisis atañe al saber del inconciente y a la práctica que de ello se desprende. Pero el inconciente es un saber que no se sabe. Su especificidad es su relación con la verdad. Esta cuestión problemática de la verdad es lo singular de una escuela psicoanalítica. La verdad no se puede decir toda y el saber no puede abracar la verdad. Saber en falta y verdad agujerada. Dice Lacan: “Nuestra única elección  es enfrentar la verdad o ridiculizar nuestro saber.” La apuesta que aquí se propone para el campo del psicoanálisis es asumir esa verdad del inconciente en su insistencia en un saber que, en el campo de la escuela, asuma la materialidad de lo textual. Sí, textual, es decir, al pie de la letra, no del maestro.

Lo textual es el horizonte y la transferencia de trabajo el motor del deseo que nos arroja de la soledad de cada uno y cada una, al acto de la fundación de un espacio colectivo de reflexión, crítica, diálogo y problematización de la praxis instaurada por Freud y refundada por Lacan. Y allí, no sólo los psicoanalistas son emplazados. También aquell@s que se pregunten por la especificidad del acto que la constituye. Ese acto se especifica en un real que nos convoca y nos aboca.  No escatimarlo ni negarlo es tarea urgente en la constitución de un colectivo, así como de una posición ante el mundo actual.  

Partimos de una estructura topológica, a saber, donde se relacionan lugar, espacio, tiempo y la función de corte. Lo anterior tiene cabida en la posición de los integrantes, el saber que se produzca y los proyectos que se realicen. Nuestra apuesta es por una arquitectura sostenida en una horizontalidad en movimiento, donde lo importante no está en las jerarquías ni en los centros de poder que puedan ir apareciendo.

Esta Escuela se reconoce como un espacio donde la singularidad convoca a la pluralidad. Apunta a la creación a partir de las diferencias.

Cada uno y cada una se adscribe a la Escuela en función  de su posicionamiento ético, por su práctica, sus teorizaciones y el vínculo con los otros.

Uno de los pilares fundamentales de nuestra Escuela sostiene el deseo de que el psicoanálisis perdure e inscriba sus diferencias en el campo de las prácticas discursivas y no discursivas.  Pensamos que podemos realizarlo a partir de mantener las dimensiones críticas del pensamiento de Freud como de  Lacan y de nuestro lugar como analistas. Esto nos posiciona políticamente, junto con los amigos del psicoanálisis, al interior de nuestra Escuela y en relación con el campo de lo social. 

Concebimos a la Escuela como un espacio de producción sobre las implicaciones subjetivas y los acontecimientos históricos-sociales de los que formamos parte, lo cual propicia que, desde sus trabajos, se generen propuestas y posturas inéditas.

Proponemos que el psicoanálisis en intensión y extensión se conciba como una banda de Moebius donde el interior y el exterior no están definidos sino en su confluencia. El trabajo al interior de la Escuela permitirá ir gestando nuestro estilo, siempre partiendo de un posicionamiento ético y político; lo anterior posibilitará que en un futuro nuestras propuestas del psicoanálisis en extensión estén permeadas por las posturas que se desarrollen desde la intensión construida. 

La Escuela son los sujetos que la constituyen y los actos que, desde allí, se realicen. La Eslep se configura de un prisma de posibilidades y de una multiplicidad de posiciones.

En las instituciones, las asociaciones y las escuelas, la cuestión del poder es evitado. No por ello, deja de existir. En la Eslep, es un tema que queremos hospedar.

Las y los colegas de la Escuela tienen el mismo poder, expresado en la equidad de posiciones y alcances frente a la voz y al voto.  Ninguna asociada, ni ningún asociado tendrá en su palabra un poder diferente que el de los otros y las otras colegas.

El poder de decisión recae en el pleno de la Escuela a partir del ejercicio de la palabra y la puesta en acto de los ejercicios discursivos de diálogo y reflexión. No hay ningún otro órgano ni ninguna otra instancia que pueda decidir los caminos, las apuestas y los actos de la Eslep.

El hecho de que la voz y el voto de l@s colegas sea igualitario no niega la dimensión de las diferencias. Equidad no es indiferencia. Las diferencias hacen uno en cada uno y cada una. Cada uno y cada una se inscribe a nombre propio. Las diferencias hacen del espacio de la Escuela un territorio heteronómico. Las diferencias son el motor y la sustancia en una plaza común de declaraciones. Son además establecidas por las evidencias genealógicas. A cada uno y cada una el reconocer su genealogía en relación con los otros, con la función del Otro. La transferencia, ejecutante de nuestra praxis, le permitirá a cada uno y cada una, ubicar su genealogía de acuerdo a su historia. 

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